Gri”Yo” González vuelve a la carga con una nueva reseña:
Mientras Ron Howard y los descendientes de T.H. White y Paul Norris lloran desconsoladamente, la Warner y DC estrenan a nivel mundial Aquaman, la película.
Lo que en un inicio prometía una aventura épica que iba a renovar los cánones establecidos por Detective Comics desde el estreno de El hombre de acero, lejos de reinventarlo acaba consolidando este estilo narrativo como firma personal de la empresa. Es decir ambicioso, lento y mal ejecutado. Siempre en relación a Marvel, por supuesto.
Un hippioso Jango Fett y una demasiado estirada (como la Pfeiffer en Ant-Man y la Avispa) Satine, que usurpa el papel a Daryl Hannah, tienen por hijo a un Khal Drogo con la personalidad de Steve Trevor.
Por azares del destino lo llaman Arthur. Está destinado a unificar, reinar y poner paz en el mundo y debe encontrar el arma que le ayude a lograrlo acompañado por Ginebra, digo, Mera la reina de las caballas rojas, digo la reina de los cabellos rojos. ¿Os suena de algo?
Lo que a ratos se parecía sospechosamente a un telefilme `Lidl´ de los de sábado en la sobremesa se tornó aburrido. Sicilia es preciosa, pero para los propósitos narrativos resulta desastrosa la incorporación de casi toda esa secuencia. Por lo demás, un guión poco entusiasta y demasiado ambicioso redujo a agua salada, lacrimal, la ilusión de quien suscribe.
Eso sí, al César lo que es del César. La “ILM” vuelve a darlo todo con una réplica, más colorida, de Otoh Gunga. Con la calidad insuperable, y ya habitual, de nitidez y brillo audiovisual que caracteriza a esta firma.
Como colofón decir que es una pena ver al viejo Norman Osborn sacrificarse de este modo por unos últimos minutos de fama.
Si se necesita terapia de relajación esta película resulta idónea. Eso sí, se recomienda tener a mano la mantita y la almohada.
Te puede interesar:
La Fortaleza de la Frikidad 