Animales Nocturnos

Animales Nocturnos, la segunda película de Tom Ford, cuenta la historia de Susan (Amy Adams), la dueña de una galería de arte moderno de éxito, que un día recibe un manuscrito de su exmarido Tony tras casi 20 años sin saber de él.

Recuerdo haberle echado el ojo hace unos años cuando se estrenó, pero no llegué a verla. Por otro lado, la idea que tenía de la película era radicalmente diferente a lo que me he encontrado. Esperaba una especie de thriller psicológico sobre acoso, o algún elemento vagamente sobrenatural en la novela de modo que reflejara la vida actual de la protagonista, pero nada de eso. La película no engaña en ningún momento, y se limita a lo expuesto en la sinopsis.

Lo que no significa que tenga poco que mascar. Ni mucho menos.

La película sigue tres tramas, o momentos.

Por un lado tenemos la “realidad”, en la que Susan y su marido llevan una vida de aparente éxito. Los primeros 15 minutos o así de la película están dedicados a esta trama, con un aire Lynchiano que empieza ya en unos títulos de crédito en que te preguntas qué carajo estás viendo. Forman una experiencia incómoda sin saberse muy bien por qué, con una banalidad superficial que cubre algo que no identificas en un primer momento: la tristeza de saber que algo en algún momento fue mal, y has acabado en el sitio incorrecto en la vida.

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Según Susan comienza a leer el manuscrito, se nos presenta la historia de la novela. Una historia violenta y perturbadora que comienza cuando Edward (Jake Gyllenhaal) conduce de noche junto a su mujer Laura (Isla Fisher, que cualquier día descubrirá ser la hermana gemela de Amy Adams separadas al nacer) y su hija adolescente. El arranque de esta trama es una de las experiencias más desasosegantes que he vivido delante de una pantalla, y según ambas tramas se yuxtaponen, ese desasosiego empieza a filtrarse en la trama de la realidad, tanto para nosotros como para la propia Susan.

El círculo narrativo se cierra cuando se añade a la historia una tercera capa. La lectura de la novela lleva a Susan a recordar su relación con Tony (interpretado también por Jake Gyllenhaal), cuando él era un profesor y aspirante a escritor, y ella una estudiante que dejaba atrás sus aspiraciones de artista. Así, la novela hace a la Susan del presente recordar los hechos que llevaron a Tony a escribir la misma novela que la está llevando a recordar.

Animales Nocturnos es una película muy densa, que sospecho se beneficiará enormemente de un segundo o tercer visionado para entenderse plenamente. Personalmente, creo que el haber estado hace nada dentro de la mente de un escritor, con el consiguiente asiento de primera fila a su proceso creativo, me ha llevado a apreciar sus matices y la forma en que las tres historias se entremezclan y relacionan mucho mejor de lo que lo habría hecho hace tan solo unos días.

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Es también una película con excelentes interpretaciones (a destacar la de un irreconocible Aaron Taylor-Johnson), y absolutamente preciosa a nivel visual, con un diseño de producción hermoso que ayuda a esconder y proporciona un contraste brutal con la fealdad de la historia que se está contando en la capa “principal” de la historia.

No es una película para todos los gustos, la verdad. Pero sí es muy del mío.

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